El estudio ha sido realizado por especialistas de la Universidad de California, la de Bruselas en Bélgica y la Claude Bernard en Lyon, Francia.
Los investigadores realizaron una búsqueda con ayuda de ordenadores para encontrar los segmentos de ADN que han experimentado mayores cambios desde que divergieron los antepasados de los humanos y de los chimpancés.
La “Región Acelerada Humana 1“, o HAR1, era un claro punto relevante para los investigadores, según señala la autora principal Katie Pollard, profesora en el Centro del Genoma, de la Universidad de California en Davis. “Está evolucionando increíblemente rápido. Sin duda, se trata de un caso extremo“.
Como investigadora postdoctoral en el laboratorio de David Haussler en la Universidad de California en Santa Cruz, Pollard comenzó seleccionando porciones de ADN del genoma del chimpancé que fueran muy similares entre los chimpancés, los ratones y las ratas. Entonces comparó esas regiones entre los chimpancés y los humanos, buscando los segmentos de ADN que probablemente representasen una gran diferencia entre otros animales y nosotros.
Entre los chimpancés y los pollos, hay sólo 2 diferencias en las 118 letras del código de ADN de la región HAR1. Pero en los aproximadamente cinco millones de años transcurridos desde el último antepasado común de humanos y chimpancés, 18 de las 118 letras que constituyen la HAR1 en el genoma humano han cambiado.
Experimentos llevados a cabo por Sofie Salama, de la Universidad de California en Santa Cruz, mostraron que la HAR1 es parte de dos genes solapados, denominados HAR1F y HAR1R. La evidencia hace pensar que ninguno de los genes produce una proteína, pero el ARN producido por la secuencia HAR1 probablemente tiene su propia función.
Estructuralmente, el ARN del segmento HAR1 parece formar una configuración estable compuesta por una serie de hélices. Las formas de las moléculas del ARN del HAR1 difieren notablemente entre humanos y chimpancés, según comprobaron los investigadores.
Es habitual pensar en el ARN como un paso intermedio en la traducción del ADN en una proteína. Pero los científicos han empezado a comprender que algunas porciones de ARN pueden tener sus propios efectos directos, sobre todo controlando otros genes.
Las proteínas de los humanos y las de los chimpancés son muy similares, pero se organizan y coordinan de maneras diferentes. Las diferencias en cómo, cuándo y dónde los genes se activan, probablemente den lugar a muchas de las diferencias físicas entre los humanos y otros primates.
Desde que en 2001 se finalizó la secuenciación del genoma humano hemos ido de sorpresa en sorpresa, dado que muchos de los nuevos datos no han concordado con ciertas ideas que teníamos sobre nuestra dotación genética y las diferencias de ésta con otros seres vivos.
Primero fue el pequeño número de genes que compone nuestro genoma (entre 25.000 y 30.000), que representa únicamente el doble de los que posee la mosca del vinagre Drosophila melanogaster y tan solo 2.000 a 5.000 más que Arabidopsis thaliana, la primera planta secuenciada y aproximadamente los mismos que el ratón común (Mus musculus).
Lógicamente, al comparar con parientes más próximos, las similitudes son impresionantes. El chimpancé, cuyo genoma se secuenció completamente en 2005, puede compararse con el nuestro de forma literal en un 96% de su extensión, y de ella, el 99% de sus genes son idénticos a los nuestros. Dicho de otra forma, de los 3.000 millones de pares de bases de forman nuestros genes, 2.970 millones son idénticas en el chimpancé, y únicamente 30 millones de pares de bases han sufrido cambios desde que nuestros dos linajes se separaron, hace ahora unos 6 millones de años.
Estamos hablando de que chimpancés y humanos únicamente se diferencian en unos 200 — 300 genes.
fuente:
http://ladagadeaquiles.wordpress.com/2012/04/23/el-gen-har1/
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