20 abril 2014

El misterioso libro cuyo idioma nadie ha podido descifrar

Es un libro que nadie ha podido leer, que está escrito en un idioma que no existe, está ilustrado con plantas y criaturas que nunca han sido vistas en el planeta.

¿De qué se trata? ¿Un sistema de comunicación secreto sobre un tesoro enterrado? ¿El manual de un envenenador? ¿La receta codificada para la eterna juventud?

Esta es la desconcertante y, hasta ahora, indescifrable historia de un manuscrito antiguo que ha confundido a algunos de los más grandes criptógrafos del mundo. ¿Realmente se trata de un código hecho para ser desvelado o es una broma muy bien elaborada?
Vine a la Biblioteca Beinecke de Manuscritos y Libros Raros de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, para resolver un misterio que hace que el Código de Da Vinci se vea un tanto soso.

Se le conoce como el Manuscrito de Voynich, en honor al comerciante de libros de segunda mano Wilfrid Voynich, quien dijo que lo descubrió en Italia en 1912.

Desde entonces, el texto ha obsesionado a un sinnúmero de expertos y ha generado numerosas teorías, unas científicas, otras realmente descabelladas.

"Mi favorita es la que dice que se trata de un diario ilustrado de un adolescente extraterrestre que lo dejó en la Tierra antes de partir", bromea el curador de Beinecke, Ray Clemens.

DIBUJOS.

Lo que me sorprende es cuán pequeño es. Esperaba un manuscrito del tamaño de un álbum. Sin embargo, el libro que tengo enfrente es del tamaño de uno de los libros de la colección de clásicos de la editorial Penguin.

Está encuadernado con una débil cubierta de vitela (piel de vaca o ternera que sirve para pintar o escribir sobre ella) de color marfil viejo.
Tiene 240 páginas ilustradas. En ellas se pueden ver plantas raras, símbolos astrológicos, criaturas con formas de medusas y lo que se asemeja a una langosta.

En una de las imágenes se ve a un grupo de mujeres con piel de alabastro, desnudas, que se deslizan por lo que parece ser un tobogán de agua.

El texto está escrito con letras marrones que me recuerdan al idioma Elvish, creado por el escritor inglés J. R. R. Tolkien, autor de novelas de fantasía como "El hobbit" y "El Señor de los Anillos".

HECHOS.

Pero vamos a remitirnos a algunos hechos: Voynich nació en 1865, era de origen polaco y vivía en Lituania, territorio que en ese entonces pertenecía al Imperio Ruso. Fue detenido y llevado a Siberia por ejercer actividades revolucionarias. Huyó a Inglaterra a través de Manchuria.

En Londres, estableció una librería de textos de segunda mano, la cual se convirtió en un centro donde confluían exiliados políticos. Entre ellos se encontraban figuras como Carlos Marx y un inmigrante ruso, quien adoptó el apodo de Sidney Reilly y se volvió famoso por ser "El As de los Espías".

Voynich dijo que se había topado con el manuscrito en un seminario jesuita, afuera de Roma, llamado la Villa Madragone.

En el manuscrito había anexada lo que parecía ser una carta escrita en 1665 por Johannes Marcus Marci, un físico del Sacro Imperio Romano.

En la misiva decía que el texto le llegó a pertenecer a Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1576-1612), y que probablemente era obra del alquimista isabelino Roger Bacon.

Otros dos posibles autores que suelen vincularse con el misterioso texto son: John Dee, un mago extraordinario y astrólogo de la reina Isabel y uno de sus seguidores, Edward Kelley.
Voynich se refirió al libro como "El manuscrito con el mensaje codificado de Roger Bacon".

IMAN.

Desde entonces, se ha transformado en un imán para las mentes brillantes. El estadounidense William Friedman, uno de los grandes criptógrafos del siglo XX, quien creó una institución que recientemente ha estado en la palestra pública gracias a Edward Snowden, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés), pasó 30 años intentando descifrar el código del manuscrito.

Las nuevas teorías en torno al misterioso libro se reproducen como moscas.
Un botánico estadounidense retirado dijo recientemente que algunas de las plantas eran de origen mesoamericano, mientras que un experto británico aseguró que, tras aplicar conocimientos en lingüística, tradujo diez palabras.

UNA ALERTA.

Yo creo que el manuscrito fue falsificado por el propio Wilfrid Voynich.
Uno de los artilugios más comunes en la historia de la falsificación es el de un comerciante de libros raros que "descubre" un manuscrito previamente desconocido.

Voynich es conocido por tener ese toque mágico. Se dice que adquirió una gran cantidad de pergamino y que aplicó el conocimiento sobre química que obtuvo en la Universidad de Moscú para producir tintas medievales y pigmentos.

Se cuenta que entre los libros que estudió su sombrío amigo Sidney Reilly en la biblioteca del Museo Británico se encontraba "Algunas Observaciones sobre Tintas Antiguas".

Creo que al haber falsificado el manuscrito, Voynich hizo lo que numerosos falsificadores ya habían hecho: crear un segundo documento para validar el primero y darle un origen plausible.
Pero hasta que las pruebas forenses de la tinta y los pigmentos no se hagan, el enigma de este misterioso libro seguirá cautivando a presentes y futuros "Voynicologistas". Hasta ahora sólo se ha logrado determinar que la vitela data del siglo XV.

"Para descifrarlo, él dedicó un esfuerzo infatigable", Marci escribió sobre un propietario previo del manuscrito en la carta que Voynich aseguró que estaba adjunta. "Como queda obvio con sus intentos, que aquí incluyo, y solo abandonó la esperanza al quitarse su propia vida".




fuente:
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/04/140407_libro_codigo_voynich_misterio_mr_finde.shtml?ocid=socialflow_facebook

23 septiembre 2013

Científicos británicos creen haber encontrado vida extraterrestre en la atmósfera.

Están convencidos de que una serie de microorganismos hallados en la estratosfera, a 27 km de altura, no pueden proceder de nuestro planeta.

Un grupo de investigadores de la Universidad británica de Sheffield afirma haber encontrado formas de vida extraterrestre en la atmósfera de nuestro planeta tras analizar los datos obtenidos por un globo enviado a la estratosfera. Los resultados de esta extraordinaria investigación se publican en Journal of Cosmology.

Milton Wainwright, del Departamento de Biología Molecular y Biotecnología de la citada Universidad y director del trabajo, está convencido de que una serie de microorganismos hallados en la estratosfera, a 27 km. de altura, no pueden proceder de nuestro planeta. Destaca el hecho de que el hallazgo se produjo precisamente en el punto máximo de las Perseidas, una de las lluvias de estrellas más espectaculares de cuantas se pueden observar desde nuestro mundo.

“La mayoría de las personas sostendrá que estas partículas biológicas deben, por fuerza, haberse desplazado a la estratosfera desde la Tierra, pero es sabido que una partícula del tamaño de las que hemos encontrado no puede elevarse desde la Tierra hasta alturas, por ejemplo, de 27 km. La única excepción podría deberse a una violenta erupción volcánica (que empujara a esas partículas hacia arriba), pero nada de eso ha sucedido durante los tres años en que hemos estado recogiendo muestras”.

“En ausencia de un mecanismo capaz de explicar cómo estas partículas pueden ser transportadas desde aquí hasta la estratosfera –continúa el investigador- lo único que podemos hacer es concluir que esas entidades biológicas se originaron en el espacio. Por lo tanto, nuestras conclusiones son que la vida está llegando continuamente a la Tierra desde el espacio, que la vida no está restringida solo a nuestro planeta y que es prácticamente seguro que no se originó aquí”.

«Reescribir los libros de texto»
Wainwright afirma que estos resultados pueden ser revolucionarios: “Si la vida sigue llegando de forma continua desde el espacio, entonces debemos cambiar por completo nuestra visión sobre la Biología y la evolución. Habrá que reescribir por completo los libros de texto”.

El globo, diseñado por Chris Rose y Alex Baker, del centro Leonardo para la Tribiología de la misma Universidad de Sheffield, estaba equipado con una multitud de pequeños filamentos, como espárragos microscópicos, que fueron desplegados y expuestos al espacio solo cuando el globo permaneció entre los 22 y los 27 km. de altitud. Al final de su misión, el globo aterrizó intacto y sin problemas en las cercanías de Wakefield.

Al analizar los resultados, los investigadores descubrieron con sorpresa que esos pequeños filamentos habían capturado lo que parecían ser fragmentos de diatomea y todo un abanico de otros entes biológicos en la estratosfera. Todos ellos, además, demasiado grandes como para haber llegado allí desde la Tierra.

Wainwright asegura que su equipo ha extremado las precauciones para evitar la posibilidad de contaminación tanto durante la recogida como durante el análisis de las muestras. Es decir, que los resultados obtenidos no pueden deberse a que algún organismo terrestre se haya “colado” por error. El investigador garantiza que todos los organismos encontrados proceden de la estratosfera.

La lluvia del Halley
La investigación ha sido publicada en Journal of Cosmology, pero el equipo ya tiene preparados nuevos datos que aparecerán en la misma revista durante las próximas semanas. Tanto Wainwright como sus colegas esperan poder extender y confirmar sus impactantes resultados llevando a cabo un nuevo vuelo en octubre, coincidiendo con la lluvia de estrellas asociada al cometa Halley. El investigador espera encontrar entonces nuevos organismos que no dejen lugar a dudas.

Como es sabido, las lluvias de estrellas se producen cuando la Tierra, en su órbita, atraviesa la estela de partículas dejadas por el paso de cometas cercanos. Al colisionar con el planeta, muchas de esas partículas atraviesan la atmósfera, se queman y dan lugar a espectáculos celestes que cautivan la imaginación de millones de personas. El más reciente fue el de las Lágrimas de San Lorenzo, el pasado mes de agosto.

Si las conclusiones de Wainwright se demuestran sin lugar a dudas, podríamos estar contemplando en directo un episodio de “panspermia” en el que un cometa “siembra” vida en nuestro planeta.

“Por supuesto –asegura Wainwright- se podría argumentar que existe , aunque aún sea desconocido, un mecanismo capaz de transferir microorganismos tan grandes desde la Tierra a la estratosfera, pero lo más plausible son nuestras conclusiones. Sin embargo, la prueba definitiva llegará con un próximo experimento, absolutamente crucial, llamado “fraccionamiento isotópico”. Entonces tomaremos algunas de las muestras que hemos aislado, procedentes de la estratosfera, las introduciremos en una máquina y apretaremos un botón. Si el porcentaje de ciertos isótopos arroja un determinado número, entonces los microorganismos proceden de la Tierra. Si el número es otro, entonces proceden del espacio. Obviamente, la tensión que tenemos es tal que resulta casi imposible vivir con ella”.


Uno de los organismos encontrados por los científicos en la atmósfera
UNIVERSIDAD DE SHEFFIELD



fuente:
http://www.abc.es/ciencia

27 junio 2013

Bacterias, su evolución constante a través de 4 000 millones de años

El primer ser vivo de la Tierra, hace cerca de 4.000 millones de años, fue una bacteria.  Ahora, mutan fácilmente en condiciones adversas del espacio y son un peligro para las misiones espaciales.

Capaces de sobrevivir incluso a la radiación, corroen los equipos y pueden suponer un riesgo tanto para su estructura como para la integridad física de sus ocupantes.
Para ellas, ni siquiera las durísimas condiciones del espacio exterior son un obstáculo insalvable. De hecho, sobreviven incluso a las gélidas temperaturas que hay más allá de la atmósfera terrestre. Y lo hacen sin agua, sin nutrientes y sin nada que las proteja de la intensa y letal radiación del Sol y las estrellas. Las bacterias llevan viviendo dentro y fuera de la Estación Espacial Internacional desde que ésta empezara a ensamblarese, a finales de 1998. Y ahora se están convirtiendo en un problema serio, tanto para su estructura como para la integridad física de sus ocupantes.

Dio la voz de alarma hace ya un año Anatoly Grigoryev, vicepresidente de la Academia rusa de Ciencias, durante una conferencia científica celebrada en Moscú. Y no es para tomarlo a broma. Setenta y seis clases de microorganismos diferentes han sido identificados hasta el momento a bordo de la plataforma orbital. Muchos de ellos resultan inofensivos, pero algunos han demostrado ser perfectamente capaces de causar graves daños.


En palabras del propio Grigoryev, recogidas entonces por la agencia Interfax, “Ya tuvimos esta clase de problemas en la vieja estación espacial MIR, y ahora los tenemos en la ISS. Las bacterias están atacando la estación. Estos organismos corroen los metales y los polímeros y pueden causar fallos en los equipos”. Con el agravante, además, de que se trata de bacterias mutantes, es decir, que han cambiado para adaptarse a unas condiciones muy diferentes de las que estaban acostumbradas. Y nadie sabe hasta dónde pueden llegar estas mutaciones. Para Grigoryev, también la tripulación corre peligro: “La multiplicación incontrolada de estas bacterias -sostiene el científico- puede causar enfermedades infecciosas entre los miembros de la tripulación”.



La cámara del Apolo XII
Por supuesto, los responsables de las misiones de abastecimiento a la ISS han intentado por todos los medios que ninguna bacteria se colara en los cargueros espaciales. Pero no han tenido éxito. La historia se repite desde los mismísimos albores de la era espacial. El 20 de abril de 1967, por ejemplo, cuando el vehículo no tripulado Surveyor 3 aterrizó en la Luna llevaba a bordo, entre otros objetos, una cámara de TV. Dos años y medio después, el 20 de noviembre de 1969, los astronautas Pete Conrad y Alan Bean, del Apolo XII, recuperaron esa cámara y la trajeron de vuelta a la Tierra. Cuando los especialistas de la NASA la examinaron, se sorprendieron al encontrar en su interior especímenes de Streptococus mitis vivos. La NASA determinó que esas bacterias ya estaban dentro de la cámara cuando los astronautas la recuperaron. Es decir, que llevaban allí incluso desde antes del lanzamiento del propio Surveyor 3. A pesar de ello, lograron sobrevivir sin excesivos problemas durante 31 meses en el vacío desolador de la superficie lunar.

Otro ejemplo es el de la ya desaparecida estación espacial rusa Mir. En 1990, cuatro años después de su lanzamiento, se encontraron 90 clases de microorganismos diferentes a bordo. En 2001, cuando la Mir fue desmantelada, la cifra había crecido hasta 140. Los informes de los últimos cosmonautas hablaban de lámparas corroidas, agujeros en los paneles de control y filtraciones en los sistemas de abastecimiento de aire y alimentos.

Los expertos de las distintas agencias espaciales saben muy bien que las condiciones de temperatura y esterilidad del interior de la ISS resultan de lo más favorable para el desarrollo de estas bacterias mutantes. Y también saben que hasta ahora han fracasado todos sus esfuerzos por erradicarlas. De nada ha servido, por ejemplo, rociar el interior de los módulos con líquidos antibacterianos. Ni someter a las tripulaciones y a las naves a los más rigurosos controles antes de abandonar la Tierra. El siguiente intento será enviar en una de las próximas misiones de abastecimiento a la ISS una potente lámpara de luz ultravioleta para tratar de mantener a raya a estos incómodos pasajeros.

Sobreviven en el exterior
Diferente cuestión, sin embargo, son las bacterias adheridas a los paneles exteriores de la estación espacial. Diversos experimentos han demostrado que estos microorganismos son capaces de sobrevivir durante largos años en las condiciones más extremas del espacio exterior. Y no está claro en qué radica esta increíble capacidad de supervivencia ni hasta dónde pueden llevar las mutaciones futuras de estos organismos.

El primer ser vivo de la Tierra, hace cerca de 4.000 millones de años, fue una bacteria. Las condiciones de aquel mundo primitivo nada tenían que ver con las actuales, pero a pesar de ello las bacterias sobrevivieron y colonizaron el planeta entero. Durante los 3.000 millones de años siguientes, ellas fueron los únicos habitantes de nuestro mundo. Toda la diversidad de vida que vemos en la actualidad se desarrolló después, pero a pesar de ello seguimos viviendo, en la actualidad, en lo que la Ciencia llama la Era de las Bacterias (Archea). Ellas siguen siendo, en efecto y a pesar de las apariencias, las auténticas dueñas del planeta que creemos controlar.

Está previsto que la Estación Espacial siga funcionando hasta 2020. Habrá que ver si de aquí a entonces los expertos de la NASA han conseguido erradicarlas. De no ser así, podría ser necesario abandonar la estación mucho antes de lo previsto.


http://www.abc.es/ciencia